Prefabricación metálica vs. construcción tradicional: ¿cuál compensa más?

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Prefabricación metálica vs. construcción tradicional: ¿cuál compensa más?

Antes de poner el primer pilar en una obra, hay una decisión que condiciona todo el proyecto: el sistema constructivo. Decidirse por una estructura metálica prefabricada o una construcción tradicional es una elección estratégica que influye en la eficiencia, el mantenimiento y el retorno de la inversión.

Es habitual encontrar proyectos que se alargan más de lo previsto, presupuestos que crecen sobre la marcha o soluciones improvisadas que encarecen el resultado final. En muchos de esos casos, el problema no está en la ejecución, sino en haber elegido un sistema constructivo sin analizar todas las variables.

Ahí es donde surge la duda: ¿qué tipo de sistema constructivo compensa más?

En este artículo analizamos en qué contextos es más interesante apostar por la prefabricación metálica o por la construcción tradicional, qué ventajas reales ofrece cada sistema y cómo abordamos en ALTERTECNIA la evaluación técnica y económica para definir la mejor solución para cada proyecto.

 

Prefabricación metálica y construcción tradicional: dos enfoques, un objetivo

Antes de analizar otros factores, hay que entender qué diferencia a ambos sistemas. Los dos buscan el mismo resultado (una estructura segura, funcional y duradera), pero la manera de llegar a él cambia por completo. 

En la prefabricación metálica, casi todo se fabrica en taller.

Los pilares, vigas y cerchas se producen con maquinaria de alta precisión y llegan a obra listas para su montaje. Este sistema permite ejecutar cimentaciones y estructura en paralelo, reducir tiempos y mantener un control más estricto de calidad. 

>>>Aquí tienes más información sobre estructuras metálicas prefabricadas.

La construcción tradicional, por su parte, se ejecuta íntegramente sobre el terreno.

El hormigón se arma, encofra y vierte in situ, con una mayor participación manual y más dependencia de las condiciones ambientales. Esa característica le otorga flexibilidad: permite modificar detalles en el momento y adaptarse mejor a los imprevistos del terreno o del proyecto.

Podría resumirse así: la prefabricación responde a una lógica industrializada, mientras que la construcción tradicional mantiene un enfoque artesanal. Una prioriza precisión y velocidad; la otra, robustez y capacidad de adaptación. 

 

Comparación técnica y práctica de 2 sistemas constructivos

Aunque la prefabricación metálica ha ganado protagonismo en los últimos años, la construcción tradicional sigue siendo una opción sólida en muchos proyectos industriales. La elección entre una y otra depende de las prioridades de cada empresa: plazo, coste, mantenimiento o capacidad de adaptación futura.

 

1. Plazos de ejecución

La prefabricación permite fabricar la estructura en taller mientras se preparan las cimentaciones. Esto reduce los tiempos totales de obra y mejora la coordinación entre oficios.

En cambio, la construcción tradicional requiere ejecutar cada fase de forma secuencial: encofrado, armado, vertido y curado del hormigón. Los plazos se alargan, pero el proceso ofrece más margen para ajustes sobre el terreno.

 

2. Control de calidad y precisión

En la prefabricación, las piezas se producen en entornos controlados con maquinaria de alta precisión, lo que minimiza errores de montaje.

El sistema tradicional depende más de la ejecución en obra y de las condiciones ambientales, por lo que puede haber mayores tolerancias y pequeñas desviaciones, especialmente en estructuras de gran tamaño.

 

3. Flexibilidad estructural y ampliaciones

Las estructuras metálicas destacan por su facilidad para ampliar o modificar espacios sin interrumpir la actividad. Su ligereza y modularidad facilitan la reconfiguración del layout industrial.

Las estructuras de hormigón armado, más pesadas y monolíticas, ofrecen menos margen de adaptación. Son ideales cuando el diseño es estable y no se prevén cambios a corto o medio plazo.

 

4. Comportamiento térmico, acústico y frente al fuego

El acero requiere protección adicional frente al fuego y tiene peor comportamiento térmico y acústico, por lo que necesita un aislamiento complementario.

El hormigón, en cambio, ofrece mayor inercia térmica y resistencia al fuego, lo que puede reducir costes en climatización y protección pasiva, especialmente en zonas con temperaturas extremas o usos que impliquen calor, ruido o vibraciones.

 

5. Coste y mantenimiento a largo plazo

En obras repetitivas o de gran superficie, la prefabricación suele ser más económica gracias a la reducción de tiempos y a la estandarización de componentes. Sin embargo, requiere mantenimiento periódico para evitar la corrosión, especialmente en entornos agresivos.

El hormigón tradicional implica una inversión inicial mayor y plazos más largos, pero ofrece bajo mantenimiento y gran durabilidad. En proyectos de vida útil prolongada o con mínima necesidad de ampliación, puede ser la opción más rentable.

 

6. Sostenibilidad y eficiencia material

El acero es 100% reciclable y permite desmontar o reutilizar la estructura en el futuro. Además, su producción en taller genera menos residuos.

El hormigón, aunque más estable a largo plazo, tiene una huella de carbono mayor en su fabricación y menos opciones de reutilización estructural.

>> Conoce más sobre Tipos de estructuras metálicas para naves industriales: ¿cuál te conviene según tu actividad? 

 

¿Qué decisión tomar? Te ayudamos a valorar opciones

No hay una mejor solución a priori, normalmente lo recomendable es una combinación inteligente de ambas según las exigencias de cada proyecto.

Cuando el diseño es modular o repetitivo, la prefabricación es más rentable. Pero si se busca mayor aislamiento, geometrías complejas o máxima durabilidad, el método tradicional puede ser la mejor opción.

En ALTERTECNIA analizamos cada caso para definir la solución constructiva más eficiente, ajustada al uso, el entorno y los objetivos de tu proyecto. Contacta con nosotros para estudiar tu caso y analizar las mejores soluciones.

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